Iglesia latinoamericana

Reflexiones de Mons. Felipe Arizmendi, obispo de San Cristóbal de las Casas
Por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
San Cristóbal de las Casas, 22 de julio de 2015 (ZENIT.org)

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Estoy en Bogotá, Colombia, participando en la reunión general de coordinación del CELAM, como miembro del Departamento de Cultura y Educación. El objetivo general es elaborar el nuevo plan para el período 2015-2019, en el contexto de los 60 años del CELAM, con un discernimiento de la realidad latinoamericana y caribeña, para identificar los desafíos más urgentes y trazar, a la luz del Evangelio, las líneas de acción pastoral que respondan a las necesidades y urgencias de la Iglesia hoy.

Doy gracias a Dios porque, desde la década de los 80s, he podido participar directamente en distintos momentos de este organismo providencial, el CELAM, que nos ha permitido crear comunión eclesial entre los 22 países de América Latina y El Caribe. Con sus cinco Conferencias Generales (Río de Janeiro, 1955; Medellín, 1968; Puebla, 1979; Santo Domingo, 1992, y Aparecida, 2007), esta Iglesia ha ido creciendo en identidad, en relación intra-eclesial, en apoyos pastorales, en madurez y en frutos. Uno de éstos es el Papa Francisco, expresión del estilo eclesial que se vive en estos contornos.

Durante mucho tiempo, la iglesia latinoamericana fue menospreciada por Europa y el norte de América. Incluso nuestro país miraba siempre hacia Roma y Europa, y poco se valoraba el aporte que el Centro y el Sur de América podrían ofrecer. Nuestro ideal económico era crecer como Estados Unidos; nuestra aspiración cultural y teológica era seguir los pasos de Alemania, Inglaterra, Francia, Italia, España y alguno más. Pero no mirábamos hacia el Sur. Hasta la fecha, algunos no han cambiado su apreciación.

Se desconfió de nuestro sub-continente por el surgimiento de la teología de la liberación, que, aunque ciertamente tuvo sus desviaciones marxistas, ahora es reconocida en su justa dimensión. La misma desconfianza persiste hacia le teología india católica, por desconocerla y por pensar que le damos más valor a las culturas originarias que al Evangelio, lo cual no es así. Es un intento de apreciar todas las “semillas del Verbo” que Dios sembró en nuestros pueblos nativos, para que crezcan y maduren en Cristo, con sus necesarias purificaciones.

PENSAR

El Papa Francisco, en la entrevista que concedió a los periodistas en su vuelo de regreso de Ecuador, Bolivia y Paraguay a Roma, dijo: “La Iglesia latinoamericana tiene una gran riqueza. Es una Iglesia joven, y esto es importante. Una Iglesia joven con cierta frescura. También con cierta informalidad. Y también tiene una teología rica de búsqueda. Yo he querido dar ánimo a esta Iglesia joven y creo que puede darnos mucho a nosotros.

Digo algo que me ha impresionado mucho. En los tres países había por todas las calles grupos de padres, madres, con los niños. Es la riqueza de este pueblo y de esta Iglesia viva. Es una Iglesia de vida. Esto es importante. Es una Iglesia con tantos problemas, pero joven. Puede ser también un poco indisciplinada; luego se disciplinará, pero nos da mucho bueno”.

Y en el Angelus dominical posterior, dijo: “He alabado al Señor por las maravillas que ha obrado en el Pueblo de Dios en camino en aquellas tierras. Por la fe que ha animado y anima su vida y su cultura. El continente latinoamericano tiene grandes potencialidades humanas y espirituales, custodia los valores cristianos profundamente radicados, pero vive también graves problemas sociales y económicos. Para contribuir a su solución, la Iglesia está empeñada en movilizar las fuerzas espirituales y morales de sus comunidades, colaborando con todas las componentes de la sociedad. Ante los grandes desafíos que el anuncio del Evangelio tiene que enfrentar, he invitado a alcanzar de Cristo Señor la gracia que salva y que da fuerzas al empeño del testimonio cristiano, a desarrollar la difusión de la palabra de Dios, para que la importante religiosidad de aquellas poblaciones pueda siempre ser testimonio fiel del Evangelio”.

ACTUAR
Apreciemos y acompañemos el caminar de esta Iglesia latinoamericana, que tiene que avanzar en su conversión pastoral y en comunión eclesial, para colaborar en la vida digna de nuestros pueblos.